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Alfonsina, bajo la estrella de la vanguardia

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En Languidez, la poeta, cronista, periodista y ensayista Alfonsina Storni rompe el corsé de cierta retórica que encastra los versos de algunas mujeres para pasarse del lado de la vanguardia, sin inhibiciones ni descaros, casi en sintonía con Jorge Luis Borges, que meses después abre todas las puertas a la experimentación cuando publica su manifiesto ultraísta.

Por Pablo E. Chacón (Telam)

Alfonsina

La colección, recuperada ahora por la editorial marplatense La Bola, está fechada en 1920, y podría decirse que opera como el salvoconducto que permite la entrada de la escritora al panteón de las grandes de América Latina, como Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral.

Alfonsina Storni nace en 1892 en Suiza, pero a los cuatro años ya está junto a su familia en la Argentina, en San Juan. Su juventud la pasa en Rosario, donde ejerce como maestra, escribe y colabora con las revistas Mundo rosarino y Monos y monadas. En 1911 se traslada a Buenos Aires, donde se convierte en madre soltera. Amante de un hombre veinticuatro años mayor, y casado, la cuestión no la favorece socialmente pero inspira sus primeras ideas feministas. y en 1916 publica La inquietud del rosal, su primer libro de versos.

En 1916 publica La inquietud del rosal, su primer libro; hija dilecta de Rubén Darío, de su mano entra al campo cultural porteño, cruzado por las disputas entre tradicionalistas y vanguardistas, donde Storni representa la estela de un romanticismo tardío y enjoyado: El dulce daño, de 1918, Irremediablemente, de 1919, y Languidez, al año siguiente, confirman ese dato y el comienzo del giro.

Forma parte del grupo literario Anaconda, donde conoce a Horacio Quiroga con quien -cuenta la leyenda- vive un tórrido romance. Escribe para Caras y Caretas, Nosotros, Atlántida; sus notas, estampas y crónicas, muchas enviadas desde Mar del Plata, se publican en el diario La Nación. Es donde muestra su perfil más combativo, denunciando la misoginia ambiente.

En Languidez, la poeta quiebra la métrica, usa palabras del habla popular, se obstina en cierto realismo, ignora las piruetas a lo Oliverio Girondo; lo suyo está más cerca de Borges, de Conrado Nalé Roxlo, de Enrique Amorim, esa bohemia que pasaba las noches en el café Tortoni y los veranos en la playa, sin desconocer las desdichas del amor, como su admirada Delmira Agustini.

La poesía de Alfonsina Storni interpela, se escucha una poderosa primera persona; increpa, sermonea, acaricia, exagera, elogia, se exalta, se indigna; mantiene en vilo a su auditorio; es una mujer decidida, que muchas veces intimida a los hombres. Así, reconocida y esperada, la felicidad pocas veces la asalta:

El día que te acerques, vendrán mujeres muchas. Vendrán morenas bellas y vendrán dulces rubias. A disputarte; y ellas, con donosura, tu elogio, por lograrte, sin acertar ninguna, escribe en nada, pieza de escepticismo casi sartreano.

En 1930, Alfonsina Storni es homenajeada en el Uruguay como una de las grandes poetas del continente. A mediados de año se le declara un cáncer. En octubre de ese mismo año viaja a Mar del Plata donde se suicida dejándose arrastrar por el mar.


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