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Medicamentos, laboratorios voraces y consumidores cautivos. Otra de “las leyes del mercado”.

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Por Ramón Vallejos……

Medicamentos

ESPECIALIDADES MEDICINALES

Ley 25.649

Promoción de la utilización de medicamentos por su nombre genérico.

Sancionada: Agosto 28 de 2002. Promulgada Parcialmente: Septiembre 18 de 2002.

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso, etc. sancionan con fuerza de Ley:

ARTICULO 1º — La presente ley tiene por objeto la defensa del consumidor de medicamentos y drogas farmacéuticas y su utilización como medio de diagnóstico en tecnología biomédica y todo otro producto de uso y aplicación en la medicina humana.

ARTICULO 2º — Toda receta o prescripción médica deberá efectuarse en forma obligatoria expresando el nombre genérico del medicamento o denominación común internacional que se indique, seguida de forma farmacéutica y dosis/unidad, con detalle del grado de concentración.

La receta podrá indicar además del nombre genérico el nombre o marca comercial, pero en dicho supuesto el profesional farmacéutico, a pedido del consumidor, tendrá la obligación de sustituir la misma por una especialidad medicinal de menor precio que contenga los mismos principios activos, concentración, forma farmacéutica y similar cantidad de unidades.

——————————

En el año 2002, se aprobó la Ley 25649 de Genéricos, que implementaba un sistema de receta para medicamentos confeccionada por los médicos, en la que debía constar la o las drogas básicas que conforman cada medicamento llamados genéricos, pero, finalmente a través de un fuerte lobby, los laboratorios ganaron la batalla, al permitirse, como agregado del Art. 2°, que la receta, además de los nombres genéricos, tenga escrito el nombre comercial, sugerido por el médico.

“La industria del medicamento es un monstruo grande y pisa fuerte”. Esto les facilita el negocio multimillonario que se mueve, por parte de diferentes actores, detrás de la cadena de la salud, en la cual pocos ganan y muchos pierden, entre estos últimos están los consumidores y El Estado.

Como dice el Diputado Carlos Raimundi: “Existe una masa de recursos destinada a la salud que se traduce en ganancias excesivas de los laboratorios privados. Una transferencia de ingresos de la población trabajadora a las empresas, donde muchas de éstas muestran estructuras de tipo oligopólico o fuertemente concentradas, lo que fomentaría una política de la enfermedad, en pos de generar ganancias, antes que una política de salud”.

El cliente de la farmacia no es el paciente sino el médico, que le hace una prescripción que ni siquiera es legible, y si bien algunos cumplen con la ley especificando el genérico, a su vez le sugieren en la misma receta, la marca que consideran “mejor”. (Nobleza obliga: tenemos que decir que hay médicos que recetan correctamente sin especificar marca). Así el sesgo es muy fuerte y responde fundamentalmente a la competencia de la industria del medicamento que hizo que la actividad se cartelice. De esta forma hay medicamentos específicos o con nombre de fantasía, que superan el precio de los genéricos en el orden del 200%, 300% ó más.

Sin embargo, a pesar de la gran diferencia de precio el genérico se está utilizando muy a cuenta gotas y eso demuestra que la ley, al poner toda la carga de su cumplimiento en el eslabón más débil de la cadena, como es el consumidor, que si bien tiene la oportunidad de elegir el más barato, generalmente no lo hace, por desconocimiento y por la presión que ejerce la opinión del médico y su relación con los laboratorios, lo que favorece que el sistema de la salud sea un negocio.

El tema de la rentabilidad de los laboratorios es polémico, porque la estructura de costos es un enigma, ya que casi no existe ningún tipo de conocimiento.

Sin embargo, las estimaciones de los expertos del sector, en las que la producción por parte de laboratorios públicos, para algunos casos funciona como precio de referencia, permite ubicar estos valores en márgenes que pueden oscilar entre un 200% y un 800% si se los compara con la producción de genéricos.

A pesar que el medicamento sea declarado como “bien social”, la realidad es que mientras la producción y distribución sea privada es una mercancía.

Los laboratorios públicos manejan una estructura de costos conocida en la elaboración, producción y comercialización, mientras que los privados no los muestran y se conoce que, mientras la incidencia de la materia prima es mínima en la elaboración, destinan una gran cantidad del gasto en marketing y en el compromiso con los médicos.

El nombre de fantasía de medicamentos recetados y de “venta libre” es producto del lucro, y la publicidad forma parte de la competencia privada, lo cual se traduce en un gasto improductivo para el conjunto de la sociedad. Su publicitación lleva además a un fenómeno como la automedicalización y las connivencias entre laboratorios y médicos, donde lo “social” termina siendo ajeno a esta dinámica y perjudicial para los consumidores cautivos.

La complejidad e intereses que presenta el sistema de salud amerita un estudio exhaustivo de todos los parámetros que lo componen, por lo cual no basta sólo con reformar la ley de genéricos y poner toda la carga en el eslabón más débil de la cadena -los consumidores- para el cumplimiento de la aplicación de la ley.

Es absolutamente necesario establecer mecanismos que regulen los precios, los márgenes de rentabilidad y la producción de medicamentos para evitar que la relación entre quienes forman la cadena de valor y los consumidores, siga siendo la del voraz tiburón en medio del cardumen de sardinas.

El Estado Argentino está en capacidad técnico-científica de desarrollar un marco institucional de defensa del medicamento como eje de construcción, soberanía y salud pública de todos los habitantes del país.


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