El lunes 18 de septiembre de 2006, Jorge Julio López se despertó temprano para ir al tribunal. Quería escuchar los alegatos en el juicio donde era querellante. Salió de su casa en Los Hornos y saludó a sus vecinos como todos los días. Seguramente, pensó en Patricia y la promesa cumplida: dar testimonio por justicia para los que ya no están. Un acto de amor dentro del horror más enorme.
Albañil. Jubilado. Peronista. Futbolero. Tenía 76 años de edad. Víctima del terrorismo de Estado. Secuestrado por primera vez el 21 de octubre de 1976. Sobreviviente de los campos de concentración, quedó en libertad el 25 de junio de 1979.
Después de 30 años pudo contar todo lo que pasó. La memoria intacta. La palabra sencilla, valiente, intensa. Habló como lo hacen las personas que han viajado por el dolor más profundo. El hombre coraje denunció al genocida, lo enfrentó con dignidad: “Si un día salgo y lo encuentro a Etchecolatz, yo lo voy a matar. Yo. Así pensaba. Y, después, digo… ¡Puta! Y si lo mato… ¡Qué voy a matar una porquería de ésta, un asesino serial!”.
Su testimonio transformó la historia, hizo posible que la justicia asome. Miguel Osvaldo Etchecolatz fue condenado a reclusión perpetua en cárcel común el 20 de septiembre de 2006. Fue el primer genocida preso luego de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Pero Jorge Julio López no llegó. Fue secuestrado dos días antes y, desde hace 8 años, no deja de desaparecer. Su desaparición forzada involucra a los sectores de poder impune, encubridores de los desaparecedores del pasado, residuos en el presente que acechan con nuevos golpes y formas del terror.
La sociedad entera está marcada por su ausencia. Por eso, la pregunta inicial, “¿Y López”, demanda una respuesta del Estado democrático: profundizar la justicia, desbaratar la impunidad y buscarlo hasta debajo de las piedras. Son acciones fundamentales para la continuidad de las políticas de juicio y castigo.
Por Jorge Julio y los 30.000.
Por los que siguen desapareciendo, como Miguel, Luciano y Marita.
Por los pibes asesinados y suicidados en hechos de violencia institucional.
Por Kevin y las víctimas del crimen organizado.
Para que NUNCA MÁS.
Secretaría de Derechos Humanos - SUTEBA Zárate