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A propósito de las PASO – Sobre algunas formas de hacer política.

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Las PASO

En principio uno podría decir que las fuerzas de derecha no hacen territorio, o si lo hacen, es con algunos aparatos políticos, por ejemplo, de la derecha perjotista, que no pasa de llevar asistencia a los barrios a cambio de beneficios electorales. El aparato se encarga de ir a buscar con remises a los electores para arriarlos a las mesas de elección, regala electrodomésticos, alimentos, zapatillas, chapas, algunos materiales o servicios.

Es sabido que en las últimas elecciones presidenciales y legislativas, se ofrecieron en Zárate electrodomésticos bajados desde el Ministerio de Acción Social, conexiones a medidores de luz, hasta títulos de propiedad apócrifos por lotes que no pertenecían a los donadores.

La derecha Macrista, Massista o De Narvaista, en líneas generales se olvidan del territorio y sus estrategias pasan por la pura propaganda política marquetinera y la instalación de nombres que tiene alguna repercusión social de cualquier índole, artistas, deportistas, fenómenos televisivos o del espectáculo, ocasionalmente algún profesional.

Pero lo preocupante es cuando hablamos de la instalación de candidatos desde los sectores progresistas.

Cuando uno recorre las casas de algunos compañeros de los barrios, cuando no se está en campaña política, todos dicen: fulano se olvidó de nosotros, no viene por acá, pero ya va a venir pidiendo el voto cuando lo necesite. Con la misma lógica del olvido, esos mismos compañeros que viven en barrios cuando llegan las épocas de elecciones y los candidatos salen a recorrer los barrios, se olvidan de los maleficios del olvido y ahora están contentos porque el candidato se acerca a su barrio, a su sociedad de fomento o a su casa o la de un vecino, esto no ocurre en todos los casos pero ocurre con bastante frecuencia.

Vuelven a sentirse identificados con ese candidato y lo acompañan con el voto. Es muy posible que ese candidato se olvide de las necesidades reales de los vecinos y piense que él tiene la solución para resolver los problemas de ellos.

Aquí tenemos un error conceptual importante. El clarificado candidato cree saber sobre la necesidad de la gente y en el mejor de los casos actúa en consecuencia o de lo contrario se burocratiza y se olvida de las necesidades de los que lo llevaron al poder.

Llegada la época de elecciones los militantes van a “hacer los barrios”, llevando en muchos casos la palabra divina de la doctrina que representan. Siempre con el sentido del evangelizador que va a llevar su verdad.

Bien, entonces pensemos que es la “verdad”. Algunos creemos que la verdad anida en el otro, así solemos pensar los psicoanalistas, y políticamente, así piensa el real revolucionario y el trabajador de base.

Se está convencido que la verdad anida en lo colectivo y que el candidato más potable es el que es inmanente con la base y no el que trasciende la base. Como considero este enunciado como base para la verdadera política democrática, creo que solo las bases populares conocen de sus necesidades, que las estructuras políticas han atentado contra esas necesidades y que los verdaderos líderes inmanentes pueden enunciar como Eva Duarte: “Donde hay una necesidad, nace un derecho”.

Sería bueno volver a Baruch Spinoza y refrescar aquello de inmanente y trascendente. Primeramente definamos inmanencia (lat. manere in): Lo que está implicado o permanece dentro de los términos de algo, sin sobrepasarlos. Se aplica muy particularmente al conocimiento, según se estime puro fenómeno psíquico (inmanente al sujeto) o representación de otra realidad (trascendente). Por otro lado la inmanencia es el ente intrínseco de un cuerpo; en filosofía se califica a toda aquella actividad como inmanente a un ser cuando la acción perdura en su interior, cuando tiene su fin en ese mismo ser. Se opone por lo tanto a trascendencia. Lo que trasciende el cuerpo se separa de él y se transforma en otra cosa. Trascender la base, de alguna forma es la traición a la base, la trascendencia genera un alejamiento y un desconocimiento de la génesis de la cosa en sí.

En política, esto puede ocurrir, y el crecimiento del líder o la maduración o la intención de la estructura partidaria, que tiende a burocratizarse, puede quedar ciega a la base. Allí la pregunta es por qué la maduración de la estructura no generó la maduración de la base. O por qué fenómeno de traición, la estructura tiende a tener otras intenciones que no sean las de la base. Ahí en esa trascendencia se pierde esa inmanencia primaria.

Si esa inmanencia se pierde, podríamos suponer que el líder o la estructura se creen iluminados, capaces de ver más allá que su razón de ser, es decir más allá de las bases. Por definición inmanente la función estructural es: tener el fin en ese mismo ser parte y no mero representante ciego a la base.

Es claro entonces que la inmanencia es ser la base en sí y que la trascendencia es el abandono de la base. El líder inmanente trabaja para su propio deseo y su propia necesidad ergo trabaja para la necesidad y el deseo colectivo, porque entre él y el colectivo no hay diferencias ya que el sujeto es la base en sí.

Esto es más o menos como decir “Hacete de abajo”. El candidato es de la base, sensible a la base, miembro de la base o solidario con la base.

¿Puede un joven de clase media ser referente de la base? Si y solo sí el candidato mamó de esa verdad y no fue como un iluminado de verdad a imponer sus ideas sobre las necesidades sociales que él nunca sufrió.

¿Cómo hace un candidato eleccionario, profesional de clase media para interpretar que es eso de vivir en una casilla hecha con un techo de bolsas, con suelo de tierra, hecha con cuatro tarimas de madera y cartones? Obvio que ese candidato tiene una historia que lo lleva a hacer política, a ser un militante social que lo enviste de una sensibilidad especial y que lo capacita para ser inmanente con la base, pero es claro que si no está en contacto con ella, cuando integre el aparato del estado corre el riesgo de corromperse o burocratizarse (características intrínsecas y enemigos internos de cualquier aparato de gobierno) y por lo tanto trascender la base, ergo traicionarla.

Ahora en estos tiempos de las PASO, he visto a algunos candidatos que pretenden ser los representantes de la base, pero que posiblemente piensen desde la verticalidad de los aparatos políticos.

He visto los aparatos políticos de las fuerzas más progresistas invadir casas de compañeros en los barrios, con palabras y no con oídos. También debo de ser honesto, he visto compañeros dispuestos a escuchar al vecino y no a tratar de convencerlos de tal o cual proyecto.

Está claro que yo en lo personal adhiero al proyecto nacional, pero con la salvedad que no tengo que venderlo ni comprarlo, porque el proyecto nacional es representativo de las necesidades de la gente en un 75%. Digamos que no se puede vender lo que ya está vendido, ya se nacionalizaron las AFJP, ya se logró el enfrentamiento con los poderes económicos de siempre, ya se produjo el enfrentamiento con las oligarquías terratenientes y con los representantes de los medios hegemónicos de comunicación, que aun así siguen tratando de limar la cabeza de mucha clase media desclasada.

El gobierno nacional, con su aparato de estado, ha dividido las aguas. Esto es criticable por parte de algunos sectores, por ejemplo veo a los radicales decir que hay dos Argentinas.

¡¿Qué gran descubrimiento han hecho?!. Obviamente hay dos argentinas y esto ocurre desde 1810.

Está la Argentina de los poderes corporativos, la de la burocracia sindical, la de la oligarquía, la Sociedad Rural, alguna parte de la iglesia retrógrada y otros tantos etcéteras, estos grupos hoy son representados por algunos medios de comunicación como el grupo Clarín y sus socios históricamente oligárquicos que es el diario La Nación, en algún otro momento fueron representados por la fuerzas militares.

Y por otro lado está la Argentina de multitud de a pié, es decir de la base, del pueblo con sus distintos sectores, pero que tienen un denominador común: no alcanzaron el estado de bienestar.

Claramente en nuestra ciudad se ve esa línea delgada que divide el centro y algunos barrios privados, donde se asienta la clase media acomodada, que tienen un buen trabajo, que mandan a sus hijos a la educación privada y acceden a vacaciones y bienes.

Muchos de ellos destruidos en el 2001 por las hordas neoliberales, que habían perdido sus puestos de trabajo y que lo recuperaron a partir de 2003. Y están los que viven en los barrios, que tienen un trabajo precario, que no pudieron reinsertase laboralmente porque no acceden a la nuevas exigencias de formación, y que gracias a este gobierno viven en un estado de contención.

Estos últimos con el neoliberalismo, el arma más cruda del capitalismo, vivían en la desidia y en el olvido total. Hoy sufren la falta de servicios, fundamentalmente en la infraestructura de sus barrios y obtienen un pobrísimo sistema de salud. Esas hordas populares, algún 17 de octubre, invadieron el centro y la escena política y nació el peronismo inmanente.

En la confusión de estas dos Argentinas, algunos creen que alcanza con criticar la corrupción o la burocratización del aparato de estado. Entonces ante la falta de conciencia de clase de la base algunos terminan confundidos votando a candidatos de la derecha neoliberal.

Alguno de esos candidatos formaron parte del aparato de gobierno como Massa y otros permanecen en el seno del aparato de estado, como Scioli. La alianza del kirchnerismo con ellos fue estratégica para acceder al poder y aun muchos quedan enquistados en la estructura.

Ojo, no defiendo lo indefendible, si hay corrupción en el aparato de estado es necesaria combatirla, pero tal vez el error sea que ese flagelo que se filtra por medio de aquellos personajes que pierden la inmanencia, no tenga el control de las bases.

Lo difícil de entender y de lograr es que los aparatos de estado son controlados por otros aparatos de estado que llevan intrínsecamente los mismos males que pretenden controlar. Digamos que el poder judicial o la Secretaria anti corrupción como parte del estado son permeables a sus propios males.

Hay dos Argentinas y esas dos Argentinas están enfrentadas históricamente, tanto el gobierno actual, como el gobierno de Perón 45/55, pusieron claramente estas dos fuerzas en evidencia.

El peronismo enfrentó históricamente a los poderes oligárquicos y generó un crecimiento extraordinario de los sectores populares, pero en su seno también generó corrupción y burocracia.

¿Este es un mal del peronismo? No, todas las administraciones de los aparatos de estado sean Peronistas, Radicales o del Partido Militar, generaron corrupción y burocracia. Aun así, en esta democracia en la que vivimos es necesario el enfrentamiento con esas instancias de poder y combatir también al enemigo interno que son esos flagelos de cualquier aparato de estado.

¿Como se combaten esos males endémicos?, solo de una forma: con más y mejor democracia, necesitamos funcionarios inmanentes a la base, cuanto más inmanentes, más fieles a sus principios y menos sensibles a la corrupción.

El camino es profundizar la democracia, el camino es enfrentar a la argentina capitalista, egoísta, personalista y oligárquica. El camino de las bases es el camino revolucionario que lleva a una sociedad más solidaria, fraterna, inclusiva e igualitaria.

Hoy el 30% de los ciudadanos sigue creyendo en este modelo que opera en la Argentina desde 2003, que busca lograr esa patria inclusiva.

En nuestra ciudad ese proyecto fue representado en tres listas distintas, separadas por viejos y rancios personalismo, por falta de inmanencia y solidaridad.

Pienso en voz alta, desde el sentimiento más kirchnerista y de apoyo al proyecto nacional. Ya que hubo una interna que no fue porque entre gallos y media noche a algún iluminado se le ocurrió que la mejor forma de sumar para arriba era que todos vayan separados.

Que una, la del intendente Caffaro, perdió más del 30% de su caudal de sus votos, porque la gente castigó su administración de espaldas a los barrios y de las necesidades de la población.

Que la otra lista que representa al Partido Justicialista, fue capaz de proscribir a quienes pretendían jugar una interna directa obligándola a ir por afuera con el Frente Social que es la Fuerza de la Unidad.

¿No sería serio, responsable inmanente y favorable para con el proyecto nacional y para enfrentar a la derecha del neoliberal Massista, apoyada por Duhalde y los barones del conurbano, cuyo jefe de campaña Juan José Alvarez, no es más que el responsable de las muertes de Kosteki y Santillán, ya que de su boca salió la orden de reprimir?

Decía, ¿no sería serio entregarle a las “Tres L”, claramente ganadora de esa interna que no fue, la lista número dos, bajar la lista de los perdedores Huergo y Morino y traccionar reconociendo la derrota sufrida, para enfrentar al contrincante neoliberal que es Sergio Massa y su representante en nuestra ciudad Jorge Blanco? O sería mucho pedir la renuncia al personalismo y la premisa de sumar a lo colectivo real que es el proyecto nacional.


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